¿Libertad de expresión ilimitada?
Todo lo que puedo pensar no lo puedo decir. Todo lo que puedo decir no
lo puedo decir en todas partes. ¿Estas limitaciones son un atentado a la
libertad de expresión? Pues depende. Las relaciones sociales están
reguladas por múltiples normas, y todas las normas están sujetas a
matices. Sin normas es imposible la convivencia. Sin matices es muy
complicada.
Pensar, puedo pensar lo que quiera, incluso me puedo
pensar como autor de los comportamientos más abyectos, las actitudes más
antisociales, los crímenes más terribles. Si lo hago, alimentaré mis
potencialidades negativas, pero mientras esta "acción mental" discurra
exclusivamente dentro de la clausura de mi mente, es de competencia
exclusiva mía, no tiene trascendencia social, y por lo tanto a nadie más
le incumbe.
En cambio, verbalizar el pensamiento, hablar, es una
forma de actuar. Y de la misma forma que nuestra libertad de actuación
está limitada por leyes y normas, nuestra libertad de expresión también.
Porque aunque parezca una paradoja, sin límites a la libertad de
expresión no es sostenible la libertad de expresión, ya que determinados
excesos hacen poco viable su uso generalizado.
El dilema está en
los matices, en la concreción de los límites... Matices y límites: la
apología del racismo, de la homofobia, de la misoginia, de las limpiezas
étnicas, de la tortura, suele estar prohibida. Y penada. No siempre ni
en todas partes (siempre hay excepciones lamentables), pero sí en los
países de raíces democráticas y voluntad de consolidarlas. Sin estos
límites a la libertad de expresión, es difícil imaginar una vida en
común viable.
¿Son estos, u otros parecidos, los únicos límites
posibles? No, los regímenes dictatoriales los establecen de otro tipo,
por ejemplo prohibiendo cualquier discrepancia política. Y las
teocracias lo que prohíben son las discrepancias religiosas (y de paso, a
menudo, de forma generalizada los derechos de las mujeres). De modo
que, efectivamente, la regulación de la libertad de expresión se puede
enfocar desde distintas perspectivas. De momento, lo que sabemos es que
hay modelos que lo que persiguen es fomentar la igualdad, la libertad y
la dignidad de todas las personas, y otros, en cambio, que precisamente
estan orientados a la negación de estos principios, que lo que haces es
agredirlos.
¿Los límites bienintencionados (en ocasiones
refrendados por las mismas Naciones Unidas) no entrañan riesgos? Sí,
porque en ocasiones entre el uso i el abuso el terreno es difuso. De
modo que, incluso en el marco más favorable de las mejores intenciones,
siempre hay que estar vigilante. No sea que, en nombre de la libertad,
la igualdad y la dignidad, nos roben la libertad, la igualdad y la
dignidad. No hay recetas magistrales, sólo la atención permanente y la
permanente impugnación, cuando sea necesario, de las decisiones de los
gobernantes, cuando estas no concuerden con los principios democráticos
que se han comprometido a defender y promover (si ni tan siquiera han
adquirido estos compromisos, lo obligado es apartarlos del poder, o al
menos intentarlo...).
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