Artículo 5

Pena de muerte y tortura

Se suele argumentar que la mayor violación de los derechos humanos es la pena de muerte, ya que priva del derecho a la vida, sin el cual no se puede ejercer ningún otro derecho.

No obstante, condenados a muerte lo estamos todos desde que nacemos. Y encima estamos bastante expuestos a que esta sentencia se ejecute más pronto de lo previsto, sin esperar a la vejez, a causa de enfermedades y accidentes inesperados. De alguna forma, todos estamos en el corredor de a muerte, ignorando el día que se ejecutará la sentencia.

El caso de la tortura es distinto. Nadie nace condenado a ser torturado. Afortunadamente, la mayoría de los seres humanos no pasan por el horrible trance de padecer torturas. Es una fatalidad que sólo algunas desdichadas personas sufren.

La causa siempre es la misma: la falta de empatía de la persona que provoca el sufrimiento. La existencia de la tortura, el hecho de que haya personas capaces de torturar a otras personas, produce una desazón infinita. Si la empatía es una característica de los seres humanos, la existencia de personas capaces de torturar es la demostración más palpable de que algunos seres humanos han perdido parte de su humanidad.

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