Artículo 30

Finitud y derechos

Todo es efímero. Incluso la misma Tierra desaparecerá, de la misma forma que también desaparecerá el Sol, como todas las estrellas. Mucho antes, habrán desaparecido todos los animales y los vegetales de la Tierra. Y muchísimo antes, "dentro de un instante" teniendo en cuenta la vida de las galaxias, desaparecerán los seres humanos. Somos una azarosa e inestable amalgama de protones y neutrones, nuestra vida es extremadamente breve, somos insignificantes. ¿Por qué preocuparnos, entonces, por cosas como los derechos humanos?

Todo es efímero. Todo está condenado a desaparecer rápidamente. Cuando todo finalice, ¿qué importancia puede tener que la humanidad haya sufrido o gozado? ¿Que importancia tendrá lo que hayamos hecho nosotros? Nuestras decisiones son irrelevantes, dentro de la historia de dimensiones infinitas del universo. No obstante, durante este pequeño chispazo que es la vida de una persona, podemos huir del dolor, nos podemos procurar a nosotros mismos algunos placeres y gratificaciones: así, mientras existamos, al menos nos habremos dado algún gusto. Pero, ¿qué relación tiene esto con los derechos humanos, en el fondo tan irrelevantes como nosotros mismos?

Todo es efímero. Pero durante este pequeño instante que vivimos podemos ser los protagonistas de algunos milagros cotidianos: sentir empatía, celebrar la presencia ajena, gozar de su compañía y compartir el anhelo de una comunidad solidaria y pacífica. Sabiendo que es caduco, pero disfrutando mientras de estos prodigios. Con este proyecto, los derechos humanos son una buena ocurrencia, una herramienta útil.

Al elaborar un proyecto de vida, se puede optar por cualquiera de las tres opciones anteriores, basándose tanto en razones como en emociones. Y en todos los casos se puede justificar la opción escogida de forma coherente. Para ello, sólo hace falta fijar previamente los puntos de referencia que en cada caso adoptamos: de la misma forma que hemos emergido de la nada (o de esta gran explosión que dicen que inició el Universo), también han emergido de la nada las escalas de valores que los seres humanos hemos inventado.

Así que, quizás, cuando se opta por la tercera vía, con humildad se ha de asumir al mismo tiempo que, a pesar de las razones y las emociones que se puedan esgrimir, en última instancia la decisión se basa en un "porque sí".

Se basa en una decisión arbitraria: en un momento dado de la evolución aprendimos a soñar, y luego, gracias a esta capacidad adquirida, hemos podido soñar un mundo sin crueldad, sin opresión, sin odio... un mundo con ternura, fraternidad, bondad, alegría. Soñando este sueño nos hemos convertido en unos funambulistas, suspendidos de un precario equilibrio, poético y maravilloso, resultante de haber soñado un mundo mejor.

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